AGUSTIN DOMINDO MORATALLA.
Don Agustín Domingo Moratalla, profesor de Filosofía del Derecho, Moral y Política, de la Universidad de Valencia, explica las diferentes actitudes de los grupos políticos tras el anuncio de las primeras clonaciones humanas en Corea del Sur. Para el autor, los socialistas deberían sustituir el principio de utilidad por el de responsabilidad en materia de reproducción asistida
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Cuando, el pasado 13 de febrero, los científicos surcoreanos Woo Suk Hwang y Shin Yong Mon anunciaron que habían conseguido aislar células madres de embriones humanos creados por clonación, desconocían la relevancia de esa fecha en la historia de la ética y la política occidental. Ese día conmemorábamos el bicentenario de la muerte de Inmanuel Kant, quien, con las diferentes formulaciones de su imperativo categórico, dejó bien claro que todos los seres humanos merecen ser tratados como personas, es decir, son fines-en-sí mismos y nunca medios. Esta coincidencia de acontecimientos no puede pasar desapercibida en una opinión pública internacional, donde aún no hay unanimidad para regular este tipo de experimentos, porque está en juego la dignidad de las actuales y futuras generaciones.
Es una pena que en el actual contexto preelectoral tendamos a simplificar los problemas y emitir juicios poco matizados en temas tan complejos. Ya conocemos el juicio de la Conferencia Episcopal que –con toda legitimidad– se ha mostrado contraria a cualquier manipulación, instrumentalización o industrialización de células madre embrionarias, como la que se realiza en los laboratorios cuando no se respeta la dignidad de todo el proceso de la vida humana desde el primer momento de la fecundación. También conocemos el juicio del PP, y no tanto por las precipitadas declaraciones que sus líderes hayan realizado, sino por la exposición de motivos de la reciente ley 45/2003, de 21 de noviembre, que modifica la anterior legislación sobre técnicas de reproducción asistida, promulgada en 1988 durante el Gobierno socialista.
Se podrá estar o no de acuerdo con la posición del PP cuando Javier Arenas o Ana Pastor reclaman prudencia, cautela y evaluación sosegada de estos revolucionarios avances. Se podrá discrepar abiertamente de ellos cuando en sus arrebatos electorales afirman: «¡De entrada, no!», incluso se podrá llegar a decir de ellos que son excesivamente cautelosos porque en la legislación publicada el pasado mes de noviembre establecen límites y restricciones a la investigación con células madre.
Los socialistas han tenido una ocasión de oro para dar un giro importante a su trayectoria ideológica y convencer a su electorado para que sepa de una vez que, en estos temas, les preocupa más la responsabilidad que la utilidad. En el anterior debate parlamentario sobre estas técnicas, proponían una enmienda que suprimía todas las trabas a los tratamientos, dejando en manos del médico y la pareja la elección del número de óvulos que se fecundan y embriones que se implantan. Ahora se siguen dejando llevar por el ciego utilitarismo más optimista, que no impone ninguna restricción llegando a decir el candidato ZP algo así como: «¿Clonación?, ¡de entrada, sí!» Aunque es probable que la mayoría de los españoles estén de acuerdo con esta ingenua respuesta, no está del todo claro que apoyarán una legislación biomédica que se deje arrastrar por argumentos de utilidad y no de responsabilidad.
Aquí el socialismo español tiene deberes pendientes y sabe que su historia está llena de contradicciones. El optimismo ciego que ha mostrado ZP afirmando que se trata de un gran avance, sin ni siquiera haberse esperado para leer con detalle la publicación, demuestra una precipitación de principiante. Además, en estos temas, al Gobierno se le podrán achacar otros defectos, pero nunca los de dar la espalda al progreso científico, o imponer su moral.
Los políticos no sólo están obligados a tener convicciones cuando se presentan a las elecciones, sino a ponerlas en juego cuando gobiernan. En los últimos años, el Gobierno también podía haberse dejado seducir por los argumentos de utilidad científica o conveniencia socio-política, pero se ha orientado por el único principio con el que hoy cabe enfrentarse al desafío de la clonación: el principio de responsabilidad. Por eso no sólo cambió la legislación para aplicar las recomendaciones elaboradas por la Comisión Nacional de Reproducción Asistida y el Comité Asesor de Ética de la Ciencia y la Tecnología, sino que pondrá en marcha del Centro Nacional de Transplantes y Medicina Regenerativa.
Los socialistas no deberían perder esta oportunidad de subirse al tren de la responsabilidad y darle la espalda al ciego principio de utilidad. Si estuvieran más atentos a Kant, se habrían dado cuenta que el principio de utilidad nunca es el camino más fácil para abanderar el verdadero progreso, la investigación biomédica más creíble y la razonable esperanza de un futuro mejor para miles de enfermos.
En estos temas, las expectativas que tienen los enfermos en la investigación para luchar contra el sufrimiento, y las esperanzas que todos tenemos para mejorar la calidad de vida, no aumentan cuando todos nos dejamos llevar por la aparente e inmediata utilidad de estas investigaciones. El principio de responsabilidad no sólo obliga a los investigadores para seguir experimentando con cautela, sino a los representantes políticos para rectificar cuando, en lugar de comprometerse con lo justo, se comprometen con lo conveniente.
Agustín Domingo Moratalla
Grupo Correo, 14 de febrero de 2004
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