lunes, 22 de junio de 2009

REENCUENTRO CON LA LEY NATURAL

Reencuentro con la ley natural

La Gaceta de los Negocios
Alejandro Llano
21/06/09


Trata de enraizar la acción en la estructura profunda del hombre y de la mujer.

La globalización se convierte en una amenaza cuando no va acompañada del empeño por acercarse a una ética universal. Desde hace años, el teólogo suizo Hans Küng viene proponiendo la realización de un concilio mundial de las religiones, en el que se llegue a acuerdos sobre una moral de alcance planetario. Los planteamientos de Küng manifiestan una cadencia relativista que lastra su enfoque teórico, hasta el punto de acercarlo a una ética de mínimos; lo cual es una contradicción en los términos, porque la moral ha de apuntar a la optimización de la vida humana, a la intensificación de la existencia. El filósofo alemán Robert Spaemann ha puesto de relieve las inconsecuencias del proyecto de Küng y las aporías de su hipotética realización.

El ideal de una ética mundial ha obtenido una versión más profunda y realista en un reciente documento de la Comisión Teológica Internacional. La clave es la propuesta de que el universalismo ético se fundamente en la realidad de la ley natural. Lo cual resulta muy oportuno, porque algunos católicos han propugnado dejar de usar la expresión ley natural, por los supuestos equívocos a que conduce y, sobre todo, —dicen— porque no es fácil de transmitir a través de los medios de opinión pública. Se trata de un error sofisticado e inquietante. Porque someter la doctrina ética a la facilidad de su transmisión pública equivale a aceptar un pragmatismo cuya consecuencia es la relativización que se pretendía superar.

Las dificultades para comprender el concepto de ley natural proceden de la superficialidad de una cultura agnóstica que está muy arraigada en los países de nuestro entorno desarrollado. La ley natural es una idea clásica y moderna que recorre toda la historia del pensamiento y llega hasta nuestros días. Renunciar a ella conduce a perder los enclaves en los que se apoya la democracia y la vigencia de los derechos humanos. Errores éticos tan graves como el aborto, la eutanasia, el matrimonio homosexual o la ideología de género encuentran camino despejado cuando todo un modo de pensar se olvida de que el comportamiento recto ha de responder al ser de las personas.

La ley natural es una noción netamente humanista, porque trata de enraizar la acción en la estructura profunda del hombre y de la mujer. No tiene nada de fisicismo ni de biologismo, según algunos pretenden. Tampoco está vinculada a una visión superada del cosmos. Porque el concepto de naturaleza es de una gran amplitud y flexibilidad, como lo demuestra que haya sido acogido en planteamientos tan diversos como el aristotelismo, el estoicismo, las filosofías racionalistas e ilustradas, la teoría democrática de la sociedad y un ecologismo no radicalizado.

Resulta fascinante redescubrir que la convicción de que existe una ley moral común a las diversas culturas comparece en todas las grandes religiones de la humanidad. No sólo en el paganismo clásico y en las creencias monoteístas —el judaísmo, el cristianismo y el islam—, sino también en las religiones orientales de tradición hindú, budista, taoísta y confucionista. La antropología cultural contemporánea lo ha confirmado de manera palmaria, y últimamente ha encontrado una exposición brillante y profunda en la teoría mimética de René Girard. Los actuales rechazos y sospechas contra la doctrina de la ley natural tienen una base teórica muy endeble. Aunque no lo reconozcan, se inspiran en ideologías que han tenido que ser abandonadas o en la pura y simple propaganda de grupos de opinión tan poderosos como carentes de relevancia intelectual.

El caso español nos ofrece manifestaciones recientes de inmoralismo cuya tosquedad y carencia de argumentos resulta deplorable. El hecho de que el llamamiento a reconsiderar con calma la ley de ampliación del aborto haya obtenido en el congreso tantos votos en contra nos habla de la gran extensión entre nosotros del oportunismo y la superficialidad. El mal está muy hondo. No es sólo político o comunicativo. Es educativo y cultural. ¿Por qué no estudiar otra vez con visión renovada la ley natural, sin timideces ni planteamientos circunstanciales que son víctimas de una estrategia de corto alcance?





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