jueves, 23 de octubre de 2008

LOS RESPONSABLES DE LA CRISIS


Los responsables de la crisis

Alfa y Omega, nº 612, 23 de octubre de 2008

Tienen responsabilidad moral ante la crisis quienes no han seguido una política económica sensata, de crecimiento basado en el esfuerzo, porque contribuyeron a generar una opulencia momentánea, de espaldas a los auténticos valores. Y no puede olvidarse a la banca de inversión... Escribe el economista don Juan Velarde, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas


Las causas de esta crisis, contempladas desde España, tienen un doble componente. El nacional y el internacional. Desde el punto de vista nacional, la causa es, lisa y llanamente, una política económica absolutamente desatinada desde hace un lustro. Como existían bajísimos tipos de interés en el mercado mundial, se lanzó a la economía española a solicitar fondos a corto y medio plazo de forma masiva, para financiar multitud de actividades de consumo e inversión en nuestro país. Las inversiones y el consumo originaron una demanda extraordinaria de materias primas, equipo capital, productos energéticos, procedentes de otros países. Como nuestras actividades no eran, en su conjunto competitivas, el resultado era que no exportábamos, pero sí importábamos. La deuda externa española crecía, pero era fácil refinanciarla, por el montaje que tenía el sistema crediticio mundial. Con acudir al interbancario, todo estaba resuelto.

Así se financió un crecimiento gigantesco, que absorbía, como es natural, cantidades enormes de mano de obra, con lo que no sólo se redujo el paro, sino que hubo que facilitar la llegada de alrededor de cinco millones de inmigrantes. Todo esto permitía pavonearse a los dirigentes de la política económica española: conseguíamos, fomentando la demanda, avances espectaculares. Pero los éxitos iban a ser a corto plazo, y todos los expertos -el primero que lo documentó fue Jaime Terceiro, en junio de 2003, en una intervención en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas que muy pronto se editó en sus Anales- señalaron la urgencia de alterar el modelo. Pero como hacerlo significaba, a corto plazo, frenar aquellas pretendidas maravillas que se decía habíamos alcanzado, la política económica española se inhibió. De paso, esa opulencia momentánea servía para impulsar los movimientos de una sociedad masificada, carente de referencias éticas elementales, despilfarradora y, desde luego, a espaldas de cualquier actividad coherente con lo que habían sido los valores corrientes de la sociedad española. Hay que decir que esa cultura de masas que concretamente erosionaba instituciones como la familia, al converger con una propaganda anticlerical, era contemplada incluso con gozo por aquellos dirigentes políticos que, precisamente, capitaneaban esa equivocada política económica.

Másters... y desesperados

Simultáneamente, en los principales países del mundo, todo cambiaba en el aspecto financiero. Tomo de la espléndida conferencia del profesor Torrero La crisis financiera internacional, pronunciada en la Universidad de Alcalá el 6 de octubre de 2008, estas palabras, que vinculan lo sucedido con la acción internacional de la banca de inversión:

«Esa banca de inversión, captadora de los mejores talentos universitarios, acostumbrada a una competencia feroz para captar y cerrar operaciones, ha sido la protagonista de la revolución financiera de los últimos treinta años. Esa aristocracia de las finanzas ha promovido la innovación financiera y sus ejecutivos tenían ingresos millonarios en plena juventud..., eran los Máster del Universo... Han sido todo eso... y algo más: han sido los principales responsables de la escalada en la progresión al riesgo en todo el mundo... que... no proviene sólo -ni a mi juicio principalmente- de las intervenciones de las autoridades. Lo engendra el propio sistema financiero, que no responde al diseño de nadie, sino que es la consecuencia de la liberalización y de la presión competitiva. En el actual sistema financiero, el estímulo hacia la innovación financiera y la fortísima competencia hacen que la dinámica gire en torno a una docena de entidades... que operan a nivel mundial. Éstas han sido las auténticas responsables... de la crisis financiera mundial».

Cuando ésta se produjo, desde hace un año, las viejas facilidades crediticias que alentaban el erróneo modelo económico español se vinieron al suelo: ya no existían cómodas captaciones de fondos internacionales. El derrumbamiento, primero, de la industria de la construcción fue el fruto inicial. Después, en cadena, se estremeció toda la economía española. Y lo que es más grave, oleadas de parados, inmigrantes desconcertados, carencias de todo tipo, empresas grandes y pequeñas hundidas, desánimo general y mil proyectos ilusionantes, tanto individuales como familiares, desbaratados, fueron el fruto de las equivocaciones nacionales y exteriores.
La responsabilidad moral de los causantes de todo este estropicio sobrecoge. En síntesis, tal carga moral aparece, en el ámbito nacional, por no haber acertado con una política económica sensata, de crecimiento basado en el esfuerzo, en aras de un aplauso que ahora se ve que era el que condenó, por demagógico, con dureza Ortega y Gasset en La rebelión de las masas. Se ha creado por ello una desesperación que afecta a millones de personas. Y en el mundial, es gigantesca la responsabilidad de quienes antepusieron a todo un crecimiento insensato, lo que de momento favorecía a esas pocas entidades a las que he aludido de la mano de Torrero, y a unos Gobiernos que no acertaron a comprender que el riesgo colectivo era mayúsculo. Por supuesto, cualquier persona normal tiene que sentir un escalofrío ante las cuentas que bastantes de estos personajes tendrán que dar cuando se les recuerde, ante millones de seres, que cuando éstos tuvieron hambre por su causa, no se les dio de comer.

Juan Velarde Fuertes

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