viernes, 27 de febrero de 2009

¿UN INMENSO MATADERO?

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27/02/2009
Francesc Torralba Roselló
¿Un inmenso matadero?

Es esencial dejar de pensar la pobreza mundial en términos de mera ayuda a los pobres



Para la inmensa mayoría de la humanidad resulta fácil coincidir con Hegel en la imagen de la historia universal como un inmenso matadero. Esta imagen evoca, en primer lugar, las innumerables masacres cometidas por los seres humanos bien sea en nombre de sagrados principios o de supremos ideales políticos, bien sea por rastrera codicia y desbocado afán de poder. Esta imagen, sin embargo, apenas logra poner ante nuestros ojos el inmenso drama de la pobreza, asumido con suma ligereza como una consecuencia involuntaria de fenómenos que no cabe imputar a nadie en particular.

Con frecuencia, las millones de muertes causadas por la pobreza se perciben como una situación lamentable, pero accidental, como un fenómeno casi natural o como consecuencia inevitable de decisiones y de acontecimientos que ocurren en otras partes, o incluso como responsabilidad exclusiva de quienes las padecen directamente. Lo cierto es que el vínculo entre privación extrema y decisiones u omisiones personales se mantiene al margen de los debates políticos y de las estrategias de desarrollo. Las responsabilidades morales que nos corresponden a todos frente a la situación de pobreza mundial tienen que derivar en el deber de reformar la estructura del orden mundial económico vigente.

La violencia doméstica, la esclavitud, la autocracia, el colonialismo o el genocidio se han convertido en conductas universalmente reprobables. Sin embargo, este avance moral no encuentra su correlato en la cuestión de la pobreza, asunto frente al que se extiende una escandalosa indiferencia moral. Debemos preguntarnos cómo puede ser que la mitad del mundo continúe en estado de severa pobreza, a pesar no sólo del enorme progreso económico y tecnológico del último siglo, sino a pesar de los valores morales que pregona la civilización occidental hegemónica.

¿Por qué si la pobreza extrema no es tolerada dentro de los países ricos debe ser permitida fuera de ellos? Las reglas que estructuran la economía mundial tienen un profundo impacto sobre la distribución económica global. El diseño del orden socioeconómico global no es democrático, sino que está determinado por una pequeña minoría de sus participantes, que ejercen un control oligárquico sobre las reglas internacionales y una enorme presión económica y militar.

La solución a la pobreza de millones de personas es, sobre todo, una cuestión de voluntad política. Ello no implica que dependa exclusivamente de la voluntad de la clase política dirigente, sino también de la presión ejercida por una opinión pública movilizada. El primer paso para ello sería, en cualquier caso, superar la extendida indiferencia ante la pobreza global, una indiferencia basada en un irresponsable desconocimiento de los numerosos efectos generados por la nueva interdependencia global. Las exigencias de la justicia no se extinguen allí donde se acaban nuestras fronteras.

Es esencial dejar de pensar la pobreza mundial en términos de mera ayuda a los pobres, sino también en reformas institucionales que reduzcan la injusticia global, pues la propia noción de justicia, por minimalista que sea, se deriva de la inexcusable exigencia de poner punto final a las situaciones de injusticia activa. Es esencial una redistribución de la riqueza, un sistema que obligue a los países más ricos a compartir su riqueza con los más pobres.

Obviamente a nadie se le puede exigir una actitud heroica, pero son muchos los que están en situación de renunciar a un parte del propio bienestar sin que por ello vayan a caer en la indigencia o a situarse en una situación de dependencia aunque sea relativa.

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